¿Por qué parece que no soy yo? ¿Por qué es como si estuviese ausente en un constante tiempo que se alarga?
No me reconozco, no sé quien es ésta que ha borrado a la antigua yo, e incluso ve las cosas con algo más de luz. No sé si me gusta o no la luz, no sé porque me repele y a la vez me atrae con tanta dulzura.
¿Miedo?
Miedo a lo desconocido, miedo a no notar los escalofríos por la espalda o al no ver las gotas correr poquito a poco.
Miedo, ¿a qué, al cambio?
No se a lo que tengo miedo, ni a lo que no, lo que se es que ésta, ésta, no soy yo. Puedo buscar por qué a lo imposible, pero en verdad, no la quiero.
Puede que el cambio no me venga tan mal, o puede que sí, no lo sé. Lo que sé, es que me encanta sonreír por bobadas, lo de no tener ni un mal día si estoy con los que me quieren, o como lo de dejar mi pesimismo a un lado por un tiempo.
¿Por qué el cambio? No lo se. Todos cambiamos supongo.
Ya no soy la que era, ya no noto frío, ni soy la que pasaba las tormentas mirando el cielo.
Ahora, no sé lo que es el frío, ni lo que es ver desde dentro una tormenta. Ahora, no tengo miedo, o si, pero no a lo que conozco. No a lo que no quiero tenerlo. Ahora, quizás ahora, sea más feliz que cuando vivía encerrada entre cuatro paredes, contemplando a alguien que no merecía la pena, lamentándome por lo que no hice bien o ni siquiera intenté o poniéndole pegas a todo aquel o aquello que no me gustaba.