22 de octubre de 2013

Demasiado fácil, o demasiado difícil. ¿Quién sabe?

Con cada gota, cada estruendo e incluso cada vez que el cielo se ilumina partido por un rayo. Hasta eso me estremece. Contemplar como las gotas de agua corren vagamente por el cristal, sin dar pistas de cual es su destino. Solitarias, juntas, acompañadas. ¿Quién sabe?

Me recorre un vago dolor en lo más hondo de mi ser. Vago dolor que poco a poco va subiendo hasta convertirse en escalofríos que te recorren toda la espalda. ¿Cómo se puede explicar un dolor? ¿Cómo se puede dejar a un lado?

Frío, cada escalofrío me va dejando más y mas fría. Como si la vida se hubiese marchitado con un soplo de aire. 

No dejan de caer gotas. No paran. Diles que paren. No, que continúen. Sin rumbo, sin fecha de caducidad. 

¿Por qué hay tanta luz fuera? Aquí está demasiado oscuro para poder ver. 

¿Por qué no se oye nada? 

¿Por qué no hay gotas correteando libremente? 

No llueve. 

No duele.

No hay nada. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario