Por suerte o por desgracia me ha tocado acostumbrarme a “andar a la pata coja”.
A ratos por suerte, a ratos por desgracia, no sé que término elegir.
Por suerte he conseguido ser quien que siempre había querido ser, esa que se cree la más valiente, capaz de enfrentarse al león más fiero, esa que es capaz de ser ella y sobretodo la versión más fuerte de mi misma hasta ahora.
Quizás por desgracia porque me tuve que acostumbrar “a andar a la pata coja”, por querer correr sin siquiera poder, por querer avanzar de golpe y de repente recular. Esa fue mi desgracia, darme cuenta de que me faltaba.
Agradezco haber aprendido a reírme de mi misma, a quererme como soy con todos y cada uno de los defectos que me traían de cabeza, y quien lo diría de mi; a ser optimista en la menor medida de lo posible.
Llenando huecos con algo que me llenan el doble. Acostumbrada a caer y quedarme en el suelo, siendo capaz de levantarme, poner mi mejor sonrisa y hacer que ese día sea el mejor de la semana.
Porque me he dado cuenta que merece más la pena estar bien de lunes a domingo, que poner buena cara de jueves a domingo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario